La novena ocupa un lugar singular en la memoria familiar colombiana. Cada diciembre, el país se organiza alrededor de un gesto repetido por generaciones: nueve noches de reunión, lectura coral y contemplación frente a un pesebre. Esta escena cotidiana enlaza tradición devocional cristiana, historia colonial andina, educación femenina y repertorios visuales que definieron la manera de imaginar el nacimiento de Jesús en América Latina. Su permanencia habla de una práctica capaz de articular afectos, comunidad e historia en un mismo ritual doméstico.