El 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Esta fecha fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1977, a través de la resolución 32/40 B, y se celebra de manera oficial desde 1978. No se eligió al azar: coincide con el aniversario de la Resolución 181, aprobada el 29 de noviembre de 1947, que recomendó la partición de Palestina para crear dos Estados, uno árabe y uno judío.
La ONU decidió conmemorar este día porque, tres décadas después de aquella partición, la llamada “cuestión de Palestina” seguía sin resolverse. Y casi cincuenta años más tarde, continúa siendo uno de los temas más sensibles y persistentes de la política internacional. La fecha nos recuerda que el pueblo palestino aún no ha visto realizados sus derechos fundamentales, entre ellos la autodeterminación, la soberanía y el derecho al retorno de millones de refugiados.
A diferencia de otras conmemoraciones de Naciones Unidas, este no es un día simbólico. Es una fecha que sigue siendo necesaria porque la realidad del pueblo palestino continúa marcada por la violencia, la ocupación militar y la negación sistemática de sus derechos.
Una historia que explica el presente
Para entender el sentido de este día es necesario recordar algunos hechos esenciales.
En La cuestión palestina, el intelectual palestino Edward Said explica que desde finales del siglo XIX y principios del XX, ciertos discursos occidentales describieron Palestina como un territorio vacío o atrasado, dispuesto a ser “modernizado” por un proyecto político ajeno a su población. Esta idea —que ignoraba la existencia de una sociedad árabe con historia, cultura y vínculos profundos con la tierra— permitió justificar la colonización y el desplazamiento.
Entre 1947 y 1949, en el contexto de la guerra que siguió a la partición, entre 700.000 y 800.000 palestinos fueron expulsados o debieron huir de sus hogares, y más de 400 pueblos fueron destruidos o despoblados. Este hecho traumático se conoce como la Nakba, que en árabe significa “catástrofe”. Para los palestinos es el punto de origen de su vida en el exilio y del conflicto contemporáneo.
Loboguerrero, Camila (directora). (1994). Inmigrantes: [Entrevista sin editar con Nayib Salem y Hassan Mustafa]. Maicao – La Guajira, Colombia: Audiovisuales. Archivo Señal Memoria – RTVC, UMT-209244.
El historiador israelí Ilan Pappé ha estudiado estos hechos a partir de archivos militares, documentos de la época y testimonios. En su obra The Ethnic Cleansing of Palestine sostiene que este desplazamiento masivo formó parte de una política planificada de expulsión territorial. Aunque existen debates entre historiadores sobre los alcances de esa planificación, hay consenso en que la Nakba fue un proceso de desposesión a gran escala, cuyas consecuencias persisten hasta hoy.
Ocupación, fragmentación y vida bajo control
Después de la guerra de 1967, Israel ocupó la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental. Desde entonces, la población palestina vive bajo un régimen de ocupación prolongada que organiza la vida cotidiana mediante permisos, restricciones de movimiento, bloqueos, asentamientos y controles militares.
La jurista italiana Francesca Albanese, Relatora Especial de Naciones Unidas para los territorios palestinos ocupados desde 1967, describe esta situación como una combinación de ocupación militar, colonialismo de asentamiento y un régimen de segregación que afecta los derechos civiles, políticos y económicos de la población palestina.
Noticiero de las siete N7, fragmento “Votaciones en la Asamblea de la ONU a favor de la delegación palestina” (Programar Televisión, 1983–2001), Archivo Señal Memoria – RTVC, BTCX60-064267.
En su informe de 2022 (A/77/356), Albanese subraya que la estructura de control existente impide, en la práctica, que el pueblo palestino ejerza su derecho a la autodeterminación. Y recuerda que el derecho internacional no permite ocupar un territorio de manera indefinida ni cambiar su composición demográfica mediante asentamientos o expulsiones.
Gaza y la palabra “genocidio”
En 2024, la Relatora presentó el informe “Anatomy of a Genocide” (A/HRC/55/73), sobre la situación en Gaza tras los ataques israelíes iniciados en octubre de 2023. El documento concluye que existen motivos razonables para afirmar que Israel ha cometido el crimen de genocidio contra los palestinos de Gaza, según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948.
El informe describe varios elementos: la muerte de decenas de miles de civiles; la destrucción de viviendas, hospitales y escuelas; el desplazamiento forzado de más de un millón de personas; la creación de condiciones de vida incompatibles con la supervivencia; y declaraciones de funcionarios israelíes que deshumanizan y deslegitiman a la población palestina.
En 2024, en su informe a la Asamblea General “Genocide as Colonial Erasure” (A/79/384), Albanese conecta esta violencia con la historia larga de desposesión iniciada en 1948, argumentando que Gaza es el punto extremo de un proceso de “borramiento colonial” que ha buscado reducir o eliminar la presencia palestina en su propia tierra.
En 2025, su informe más reciente, “Gaza Genocide: a collective crime” (A/80/492), añade una conclusión contundente: el genocidio es un crimen colectivo, facilitado por la complicidad de Estados que continúan proporcionando apoyo militar, diplomático o económico a Israel pese a las advertencias de organismos internacionales.
Estos informes no solo describen hechos. Plantean un reto ético y jurídico para la comunidad internacional: ¿qué significa proteger los derechos humanos cuando un pueblo entero es sometido a destrucción sistemática frente a los ojos del mundo?
¿Qué significa “solidaridad”?
Noticiero de las siete N7, fragmento no catalogado de entrevista a la sobrina de Yasser Arafat (ca. 1990), Archivo Señal Memoria – RTVC, UMT-219280.
El Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino tiene el propósito de recordarle al mundo que el pueblo palestino sigue esperando justicia. La solidaridad, en este caso, no es empatía: es una responsabilidad internacional.
Esto significa que la solidaridad puede expresarse de muchas formas: revisando acuerdos militares, limitando transferencias de armas, apoyando investigaciones de organismos internacionales, promoviendo la rendición de cuentas, y protegiendo la libertad de expresión de quienes denuncian violaciones de derechos humanos.
Pero también tiene una dimensión social y cultural: escuchar voces palestinas, proteger la labor de periodistas y defensores de derechos humanos, combatir la desinformación y rechazar la estigmatización de quienes se pronuncian a favor de la justicia.
Un día que habla del mundo entero
A lo largo de décadas, este día ha servido para mantener viva la conversación global sobre los derechos del pueblo palestino. Pero en los últimos años, especialmente tras la destrucción masiva en Gaza, ha adquirido un sentido más urgente: ya no solo se trata de recordar una injusticia histórica, sino de reconocer que el mundo está presenciando una de las tragedias humanitarias más graves de nuestro tiempo.
La pregunta que subyace a esta fecha no es únicamente por qué existe un Día de Solidaridad con Palestina, sino qué hará el mundo con lo que sabe, con lo que ha visto, con lo que está documentado en informes oficiales, testimonios, fotografías y datos verificados.
La solidaridad es, en última instancia, una forma de asumir que la historia no está cerrada, que las decisiones que tomen los Estados y las sociedades hoy tendrán efectos duraderos, y que la justicia para el pueblo palestino sigue siendo una tarea pendiente para la comunidad internacional.
El 29 de noviembre nos recuerda que la paz requiere voluntad, responsabilidad y la capacidad colectiva de reconocer un sufrimiento que lleva más de siete décadas acumulándose. Por eso esta fecha existe. Y por eso sigue siendo necesaria.
