COP de la gente: la vida siempre fue diversa | Señal Memoria

COP de la gente: la vida siempre fue diversa
Publicado el Mar, 05/11/2024 - 23:41 CULTURA Y SOCIEDAD
COP de la gente: la vida siempre fue diversa

Recorramos los ángulos de la COP16, identifiquemos en sus gestos y arrugas un tiempo pasado, registrado por los micrófonos y las cámaras del país que hoy la protagoniza.  

En medio de la COP, como en este joven siglo, cada día es de novedad y de urgencia. Mas la sorpresa de una ingente preocupación por la vida viene dada por décadas de minimizar los riesgos de la explotación y el expolio a la diversidad de este planeta. La COP16 es un hito, un punto de convergencia de procesos históricamente soterrados, y quizá también, el punto de emergencia de otros que no corran la misma suerte.

Paraíso biodiverso

Comencemos por hablar del lugar que es anfitrión de la Conferencia. Cali es una de las principales ciudades de la región del Pacífico colombiano, parte del Chocó biogeográfico, que a su vez es una de las trece ecorregiones colombianas representadas en los pétalos del símbolo oficial de la COP16, la flor de Inírida. 

Esta ecorregión es una de las más biodiversas del planeta. Allí encontramos, por ejemplo, ecosistemas marinos que han sido protagonistas en recordados programas de televisión, como lo vemos en el siguiente fragmento sobre el Parque Nacional Natural Gorgona, declarado como tal en 1984, luego de 25 años de impacto ambiental que había conllevado la prisión allí ubicada hasta entonces. 

 
Riaño, Fernando (Director). Expediciones submarinas: 1991-1993. El paraíso submarino de Gorgona. Isla Gorgona-Cauca: Audiovisuales (Compañía de Informaciones Audiovisuales). Archivo Señal Memoria: VR C1P-243295 CLIP 2.

Actualmente existe un proyecto de base militar temporalmente suspendido que, como en los años ochenta, de nuevo congrega a líderes y activistas para señalar importantes daños ambientales que podría traer y, en el marco de la COP16, lo contradictorio que esto resultaría con la búsqueda de una “paz con la naturaleza”. 

Es inevitable que hablar de diversidad biológica no venga aparejado por los daños que la explotación económica y la política propia del capitalismo han generado. Así lo vemos en varios momentos de este capítulo de Expediciones Submarinas, con las tortugas, las ballenas y los arrecifes de coral.

Diversidad cultural frente a la violencia

Otra razón para que la COP se hiciera en Cali es que este territorio fue el epicentro del estallido social de 2021. Una serie de protestas y manifestaciones que, aunque dieron lugar a muchos de los procesos comunitarios y populares hoy presentes en la COP, fueron duramente reprimidas por autoridades y civiles armados. 

El estallido fue una respuesta masiva a múltiples problemáticas y violencias que han configurado al país. Entre estas el racismo estructural, articulado desde la Colonia por medio del esclavismo especialmente en la región del Pacífico, y que ha implicado la desigualdad histórica basada en la “raza”, con consecuencias como la pobreza, el abandono estatal y la destrucción extractiva de ríos y bosques, que son fundamento de la vida para los pueblos negros e indígenas. 

En los años ochenta estas problemáticas comenzaron a ser más visibles en medios de comunicación, y programas que abarcaron la diversidad cultural del país, como Yuruparí, pusieron allí su foco. De esta manera lo vemos en el siguiente fragmento de un capítulo que muestra el impacto de la minería moderna y la alegría cultural con la que las comunidades negras resisten al saqueo en los municipios de Andagoya y Condoto en el Chocó. 


Triana Varón, Gloria (Directora). (1983). Yuruparí: 1983-1987. La minería del hambre. Andagoya, Istmina y Condoto: Audiovisuales y FOCINE. Archivo Señal Memoria: VR F16mm-802268.

Esta manera de hablar de la diversidad cultural, o si se quiere la etnicidad, era realmente novedosa para entonces, pues de conformidad con el eurocentrismo que exaltó a la “madre España” y toda su “blanca superioridad”, los pueblos nativos y afrodescendientes fueron representados por lo general desde una mirada exotizante, a veces con cierta simpatía condescendiente ante lo “arcaico”, a veces con el asombro ante lo “salvaje” y otras tantas con el desdén por lo “inferior”. 

“Naturaleza exótica”

Hay pocos símbolos de “salvajismo” como la selva, esta reúne tanto lo incierto de un territorio que se resiste a ser domado por la racionalidad instrumental, y que provoca temor en quienes así lo pretenden, como esas gentes que “lejos de la civilización” han adoptado formas de vida demasiado parecidas a la selva y su “caos”. Así, se les observa con cierta semejanza a los animales, excluidos del reino del dios humano para ser objetos de disfrute, estudio, apropiación y explotación, como en los zoológicos

Un ejemplo significativo de esta mirada exotizante es el documental de 1957 A orilla del Amazonas, hecho para presentar a la urbe blanca ese ignoto lugar en el mundo que es la Amazonía. Veamos un fragmento del mismo:


Cuellar, Carlos (Director). (1957). A orillas del río Amazonas. Amazonas: Radiotelevisora Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria: VR F35MM-851304.

Más tarde, como lo muestran los convenios que implementan las COP (de cambio climático, de biodiversidad y de desertificación), esta concepción exclusivamente instrumental y antropocéntrica de la naturaleza comenzó a tambalearse ante los riesgos que trae para la propia cultura y población occidental. 

Separar la cultura de la naturaleza, relegando todo lo no humano al rol de objeto de quien pudiera explotarlo, había llevado a los países del norte global a niveles de bienestar, y en algunos casos de equidad, nunca antes vistos. Sin embargo, el motor de este progreso, el extractivismo, sufrido desde siempre por las poblaciones más vulneradas en los países del sur, comenzó más tarde que temprano a narrarse, con justa causa, como un riesgo potencial para la vida humana sobre la Tierra. 

De otro lado, los discursos y prácticas de la poblaciones racializadas, especialmente indígenas, se fundan en un reconocimiento de nuestro lugar como parte de la naturaleza y, en consecuencia, un necesario cuidado de eso que somos. Mas estas comunidades no fueron las escuchadas con alerta por las personalidades y organismos políticos de incidencia global. 

Fue en los años 70, en gran medida por el llamado de los hijos del progreso a través del Informe Brundtland (1987) y el Informe Meadows del Club de Roma (1972), que se comienza a posicionar la preocupación por los límites biofísicos del crecimiento económico. Vemos entonces respuestas a este contexto, como la del presidente Misael Pastrana en 1973, y en sus palabras identificamos algo muy recurrente: un amplio reconocimiento de los problemas y unas acciones que por lo general no lo equiparan.

Pastrana Borrero, Misael (Orador). (1973). Discurso Presidente Misael Pastrana Borrero: Palabras durante el día mundial del medio ambiente. Bogotá: Radiodifusora Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria: RDNC-DGW-037879-02. 

Dos décadas más tarde, se reconoció en los mencionados convenios el conocimiento tradicional, junto a las innovaciones y las prácticas de la comunidades indígenas en tanto hacen parte de “estilos de vida pertinentes para la conservación y sostenibilidad”, como reza el artículo 8 del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). En este mismo, también se habla de comunidades locales, pero no de afrodescendientes, por lo que en la COP16  la vicepresidenta e histórica líder social Francia Márquez encabeza la propuesta de incluirlo. 

Pero volvamos a nuestra no-línea del tiempo, en la que identificamos que a partir de los años setenta los temas ambientales comienzan a estar mucho más presentes en medios de comunicación, con programas como Naturalia. Lo que no dejaba de dar cuenta de otros procesos que desde los sesenta se venían dando, como la declaración de los primeros Parques Nacionales Naturales desde 1960 y la creación del Inderena en 1968, que precedió al Ministerio de Ambiente hasta su fundación en 1993. 

¿Capitalismo sostenible?

La historia de las preocupaciones por la naturaleza es compleja y extensa, aquí hemos expuesto solo algunos puntos que conectan con el evento global que se ha vivido estas semanas localizándose en Cali. Entre todo ello es posible cuestionar que, aún en el contexto de la COP16 y con el reconocimiento de su valor intrínseco en el CDB, se sigue denominándola como recurso y planteando el desarrollo sostenible como una suerte de explotación masiva sin consecuencias negativas para la especie humana. 

Esto refleja el problema con la dominación del que el filósofo Jorge Riechmann habla, describiéndolo como una encrucijada que ha caracterizado la relación antropocéntrica del humano con otros seres y de la que hay que escapar dado su daño al medio ambiente y a otros animales, a pesar de que su superación se ve obstaculizada por la geopolítica y el modo de producción dominante.

Hoy, la COP16 es el legado de estas preocupaciones globalizadas por el norte, un rostro joven y viejo al mismo tiempo, pues reúne largos procesos y sus resultados de una manera en la que no había sucedido antes. La Zona Verde y, principalmente, los eventos que se realizaron en los barrios de la ciudad han mostrado que lo que ha hecho este suceso es impulsar y visibilizar el trabajo de muchas personas y comunidades. Mientras, en la Zona Azul se disputan y construyen los acuerdos sobre cómo financiar y en general actuar a nivel estatal e interestatal, momentos siempre tensos si se tiene en cuenta que la cuestión es limitar un sistema basado en el lucro. 

Así, aunque persiste la asociación del valor de la naturaleza a uno mercantil, lo históricamente excluido y marginalizado toma un lugar de disputa junto a esos actores políticos y económicos que llevan más de cincuenta años replicando una preocupación poco efectiva por un planeta que dicen “es de todos”, pero que le pertenecerá a quien pueda apropiarlo siempre que sea el designio del capital el que reine bajo este cielo.  

Por: Camilo Fernández J.

Fecha de publicación original Mar, 05/11/2024 - 23:41