
Ficha Técnica
Para Octavio Paz la poesía era dinámica, una manera de conectar con el mundo, una forma de manifestar lo global. Así lo expresó el poeta mexicano en su libro de 1956 El arco y la lira: “el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal”.
Paz dedicó su pluma a escribir poemas, unas obras que estuvieron marcadas por un contexto posterior a la Revolución Mexicana, por procesos de modernización y por sus experiencias como diplomático en países de Asia. Sus versos le permitieron plasmar en palabras la profundidad de la vida cotidiana, lo extraordinario en medio de lo rutinario. En 1992 exploró el concepto de lo sobrenatural en el programa Palabra mayor, como se observa en el siguiente fragmento.
Los vínculos mencionados por Paz entre la poesía, la cotidianidad y lo sobrenatural se hacen presentes en innumerables de sus estrofas. En Piedra de Sol, uno de sus poemas más conocidos, el mexicano evoca a la cosmogonía al tomar como base a la pieza arqueológica azteca que lleva el mismo nombre que su obra. De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México, ese monolito del siglo XV sirvió como calendario, rigió según el orden del momento e hizo alusión a dioses y festividades.
De acuerdo con el doctor en teología y literatura Luis Gustavo Meléndez, en ese poema, Paz presenta la “búsqueda del sentido de la vida”. Además, habla de la existencia como algo cíclico. Toma a los instantes como reveladores de acontecimientos, al amor como redentor, a lo divino como la presencia. Entre encuentros y desencuentros, Piedra de Sol se aproxima a lo cotidiano, a las luces y a las ausencias de la vida misma.
Busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo con el instante, caigo a fondo,
invisible camino sobre espejos que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante.
—Octavio Paz, fragmento de Piedra de Sol.
Por: Laura Lucía González Contreras