
En Colombia, participar en política ha sido un acto peligroso. Las voces de diversos líderes han sido silenciadas, lo que ha atacado tanto vidas particulares como a la democracia del país. En este artículo recordamos a algunos magnicidios en un ejercicio de memoria.
"La historia no se repite, pero rima" es una frase atribuida al escritor estadounidense Mark Twain que nos dice que cada evento histórico es único y hace parte de un contexto específico, aunque puede presentar similitudes con otros. Hoy la recordamos en medio de una Colombia fragmentada por la desigualdad, por la estigmatización, por los discursos hostiles, por la violencia que ha arrebatado tantas vidas. Una de ellas ha sido la de Miguel Uribe Turbay, el senador y precandidato presidencial que falleció el 11 de agosto luego de pasar más de dos meses hospitalizado. El político fue víctima de un atentado con arma de fuego el 7 de junio de 2025, mientras se encontraba realizando un acto público en la localidad de Fontibón, Bogotá.
Su historia rima con la de otros políticos a los que un magnicidio ha callado sus voces, sus ideas. Asesinatos que no solo han acabado con la vida de figuras públicas, sino que han quebrado la democracia. En este artículo recordamos a algunos de ellos y a las maneras en las que la ciudadanía ha respondido ante esas pérdidas.
Cuando mataron al caudillo
En la historia reciente del país varios precandidatos y candidatos presidenciales han sido asesinados. Uno de los más recordados es Jorge Eliécer Gaitán, quien falleció el 9 de abril de 1948 luego de que le dispararan en el centro de Bogotá. Ante el suceso, la sociedad no esperó para actuar: se tomaron las calles de la capital y de otras ciudades para protestar por lo acontecido, causando lo que hoy conocemos como “El Bogotazo”.
¿Cómo explicar lo sucedido? Gaitán fue llamado “El Caudillo del Pueblo”, porque era un líder que conectaba con las clases populares, denunciaba la desigualdad y buscaba la modernización. Su asesinato se dio en medio de un contexto de creciente violencia, uno en el que se mataba por el color del partido político al que se perteneciera. Aunque no se tiene certeza de los motivos del magnicidio, se menciona que su figura representaba una amenaza para los intereses de las élites políticas y económicas.
El silencio del narcotráfico
Tras el cese de la violencia entre liberales y conservadores, el país comenzó a vivir otro tipo de conflicto: el relacionado con las guerrillas, los grupos paramilitares y el narcotráfico. Las y los políticos se encontraban en constante riesgo de ser atacados. Durante las últimas décadas del siglo XX varios fueron secuestrados, otros sufrieron atentados y otros perdieron la vida.
Aunque no fue candidato presidencial, vale la pena mencionar a Rodrigo Lara Bonilla, un político de corte liberal que apoyó la lucha contra las drogas, dejó al descubierto bienes que se utilizaban para la producción de sustancias ilícitas, apoyó procesos penales contra capos del narcotráfico y más. Esos actos lo llevaron a recibir amenazas y, posteriormente, a ser asesinado por sicarios el 30 de abril de 1984.
Tras su muerte, el Estado continuó la lucha contra las drogas y el entonces presidente de Colombia Belisario Betancur expidió la Ley de Extradición. En su momento, la ciudadanía asistió a actos en honor a Lara, se crearon esculturas en su nombre y a la calle 127 se le denominó “Avenida Rodrigo Lara Bonilla” pues allí fue acribillado. En Señal Memoria conservamos el siguiente fragmento del Noticiero de las siete de 1985 en el que se observa la inauguración de un monumento en honor al político.
Programar Televisión (Productor). (1985). Noticiero de las siete. [Develación del monumento en homenaje a Rodrigo Lara Bonilla]. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-217455.
Campañas electorales manchadas
Además del magnicidio de Lara Bonilla, en los años ochenta e inicios de los noventa se presentaron más asesinatos a líderes políticos. El 11 de octubre de 1987 asesinaron a Jaime Pardo Leal, un miembro de la Unión Patriótica que había sido candidato presidencial en 1986 y había quedado en tercer lugar. Pardo defendió los intereses de las clases populares y alzó su voz contra el narcotráfico y el paramilitarismo.
Su muerte no fue aislada; hizo parte de lo que hoy conocemos como el genocidio contra la Unión Patriótica (el partido que surgió como parte de la búsqueda de paz a partir de los Acuerdos de La Uribe, Meta, entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno de Belisario Betancur). Su lucha por la justicia social fue silenciada, así como la de muchos de sus colegas. De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, fueron asesinados 9 congresistas, 70 concejales, y decenas de líderes y simpatizantes de la UP.
En Señal Memoria guardamos diversos registros de Jaime Pardo Leal en los que se escuchan sus ideales, sus luchas, sus denuncias. En este artículo compartimos un fragmento del Noticiero de las siete en el que se le ve votando en las elecciones presidenciales de 1986 en las que era candidato.
Programar Televisión (Productor). (1986). Noticiero de las siete. [Elecciones de 1986, Unión Patriótica]. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-217494.
Menos de tres años después de la muerte de Jaime Pardo, el entonces candidato presidencial de la UP Bernardo Jaramillo Ossa fue asesinado. Tras el fallecimiento de Pardo, Jaramillo había asumido la presidencia del partido y había hecho llamados a la paz. Ante esos dos magnicidios, los simpatizantes de la UP salieron a las calles y organizaron protestas exigiendo justicia y culpando al Estado de lo acontecido. En 2023 la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró que el Estado colombiano era responsable de los asesinatos y las demás violencias infligidas contra más de seis mil personas ligadas a ese partido político.
Siete meses antes de la muerte de Jaramillo, el 18 de agosto de 1989 le dispararon al precandidato presidencial Luis Carlos Galán en la plaza de Soacha, Cundinamarca. Fue llevado al Hospital de Bosa y luego al de Kennedy, a donde llegaron sus simpatizantes a pedir por su vida. Pese a los esfuerzos, Galán falleció y su crimen se ha atribuido a capos del narcotráfico como Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha.
Su sepelio fue multitudinario, asistieron miembros de diferentes partidos políticos, periodistas, activistas y demás civiles. Se le han hecho decenas de homenajes: lugares como el Aeropuerto El Dorado, barrios, plazas, bibliotecas, museos, centros deportivos y fundaciones llevan su nombre. También existen varias estatuas en su honor.
Las elecciones a la Presidencia de la República en 1990 estuvieron marcadas por sucesos como ese. A los magnicidios de Galán y de Jaramillo, se sumó el de Carlos Pizarro Leongómez. Fue asesinado el 26 de abril de 1990, cuando era candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19. Sus simpatizantes se reunieron en la carrera séptima para protestar por lo sucedido. En Señal Memoria conservamos una de las manifestaciones que se hicieron en su honor y que fue registrada por el Noticiero de las siete.
Programar Televisión (Productor). (1990). Noticiero de las siete. [Marcha por el asesinato de Carlos Pizarro]. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-219066.
Una violencia que no cesa
Tras el magnicidio de esos tres candidatos presidenciales, los atentados contra la vida de políticos y políticas no culminaron. El 2 de noviembre de 1995 asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, militante del Partido Conservador, fundador del Movimiento de Salvación Nacional y candidato presidencial en tres ocasiones. En 2020, antiguos miembros de las FARC-EP reconocieron que ellos cometieron el crimen. Sin embargo, el caso sigue en investigación. A su sepelio asistieron cientos de personas y sus exequias se hicieron en la Catedral Primada.
Los casos de magnicidio a candidatos presidenciales y otros políticos de la segunda mitad del siglo XX resuenan con lo sucedido con Miguel Uribe Turbay, un hombre que desarrolló su carrera política desde su juventud. En 2022 fue elegido senador como cabeza de lista del partido Centro Democrático. En el Congreso de la República se convirtió en uno de los líderes de la oposición al gobierno de Gustavo Petro.
Las reacciones ante los hechos han sido múltiples. Desde diferentes orillas políticas se han brindado hipótesis frente al caso, pero su crimen todavía está por esclarecerse. Sus simpatizantes estuvieron acompañándolo durante más de dos meses a las afueras de la Fundación Santa Fe pidiendo su recuperación. Además, se gestaron marchas en su honor, velatones y eucaristías.
Aunque las historias riman, cada una se enmarca en un momento distinto y en causas diversas. Hoy se pide justicia por Miguel Uribe; por la democracia; por la posibilidad de ejercer política en paz; por un país en el que no se mate por defender una postura, como le ha sucedido también a más políticos, políticas, y miles de líderes y lideresas sociales. No olvidamos, por eso, como dijo alguna vez Oscar Wilde: “la memoria es el diario que todos llevamos dentro”.
Laura Lucía González Contreras