La chicha y el Bogotazo | Señal Memoria

En Colombia conocemos la chicha como una bebida popular y tradicional, un legado muisca que pervive hasta hoy. Esta bebida es resultado de la fermentación del maíz y generalmente ha sido elaborada al interior de las casas familiares. La chicha fue una bebida perseguida desde tiempos coloniales, sin embargo, su gran rival apareció en la primera mitad del siglo pasado: la industria cervecera. Debido a que, la cerveza era un producto que sí pagaba impuestos, pero que se consumía menos y era más costosa. En este tiempo también empezó a circular publicidad en contra de la chicha: “La chicha embrutece”, “La chicha incita al crimen”.

No obstante, es hasta 1948 cuando su rival termina por dar el gran nocaut: la bebida del pueblo es oficialmente prohibida. Luego del Bogotazo aparece la Ley 34 de 1948, la cual, prohíbe la venta y consumo de la chicha –junto al guarapo y otras bebidas fermentadas– prohibidas al menos como siempre habían sido producidas. La nueva ley establecía nuevos permisos higiénicos, se debía cumplir con ciertos procesos industriales y además debían ser vendidas en envases cerrados, individuales y de vidrio, lo cual, resultaba imposible y ridículo tanto para quienes la elaboraban como para quienes la consumían: ¡La chicha se bebe en vasijas de barro y en totumas!

¡La chicha fue la responsable de toda la violencia. ¡La horda enchichada y peligrosa quemó la ciudad! El caos y la revuelta popular del 9 de abril de 1948 fueron la excusa perfecta para su prohibición. Los incendios y saqueos del centro de la ciudad fueron interpretados por algunos y poderosos sectores de la sociedad como producto de una sed de venganza que fue saciada con el consumo de la chicha aquel día.

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Sin embargo, en ese caótico día las bebidas elegidas fueron el whisky, la champaña y el vodka, precisamente los licores que habían sido saqueados de los estancos del centro de la ciudad.

El barrio obrero de La Perseverancia es un barrio popular en Bogotá, que tradicionalmente ha producido chicha, de manera que, su prohibición fue un parteaguas para los habitantes de este barrio e incluso para quienes lo frecuentaban –iban por la chicha y el tejo–. Con la nueva ley, esta bebida tradicional fue perseguida, la policía allanaba cada casa del barrio, y las chicherías, esos lugares a los que acudían los vecinos y los amigos en los días de descanso, finalmente fueron condenadas a la clandestinidad. Esto significó una importante transformación de estos espacios de ocio y socialización, la desaparición de una entrada económica para muchas familias, pero además simbolizó un golpe sobre lo “popular”, sobre sus hábitos y costumbres. Resulta necesario recordar que, para los habitantes de La Perseverancia, esta situación fue paradójica, en tanto este fue un barrio que surgió en función de la existencia de la Fábrica Bavaria. 

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Las chicheras del barrio se ingeniaron las maneras de resistir para elaborar y vender la chicha como lo habían hecho por generaciones, y entonces ocultaron la chicha en los lugares más recónditos de sus hogares y siguieron funcionando en la clandestinidad. A mediados de 1987, un grupo de jóvenes decide investigar la historia del barrio, se denominaron ‘Los Vikingos’, y encuentran que el origen del barrio tiene todo que ver con la chicha, así que publican esta investigación y deciden desarrollar el Primer Festival de la Chicha, El Maíz y la Dicha, –el cual se celebra hasta hoy–, allí la chicha volvió a aparecer en la esfera pública, resignificando nuevamente la organización popular del barrio y la resistencia de sus saberes y costumbres. 

Para ilustrar lo anterior, a continuación, presentamos un fragmento del programa Los puros criollos, dirigido por Néstor Oliveros Machado y producido por RTVC Sistema de Medios Públicos en el año 2012.