Ficha Técnica
El 16 de noviembre de 1922, nació José Saramago. A la hora de hacer un repaso de su vida, salta a la vista que sus orígenes no podían ser menos promisorios, al menos en el campo de la literatura, pues nadie hubiese imaginado que ese niño oriundo de Azinhaga, un rincón de Portugal que a comienzos del siglo XXI no llegaba a los dos mil habitantes, iba a convertirse en el único Premio Nobel de Literatura que ha dado su país.
Nacido en el seno de una familia de labradores y artesanos cuya madre era analfabeta, a los quince años Saramago abandonó los estudios por falta de recursos para dedicarse a la cerrajería. Sin embargo, la mamá, con todo y que no sabía leer ni escribir, le regaló su primer libro e inculcó en el hijo la pasión por el conocimiento. Es decir, sembró una semilla cuyos frutos constituyen uno de los más grandes legados de la literatura en lengua portuguesa.
Saramago creció en un barrio popular de Lisboa y en 1947 publicó Tierra de pecado, una novela que pasó sin pena ni gloria y que quizás por lo mismo llevó a su autor a un largo silencio, otro hecho en su vida que nunca hubiese llevado a pensar que un día iba a convertirse en el autor más importante de Portugal. En ese entonces el país llevaba quince años bajo la dictadura de António de Oliveira Salazar, circunstancia que habrá de constituirse en una de las raíces de la reflexión política emprendida por Saramago como periodista, oficio al que finalmente derivó, junto con la traducción, e igualmente como novelista.
Porque en su visión del mundo, del hombre y de la vida, para Saramago el poder económico es una alarmante fuente de preocupación (no en vano muy joven se afilió al partido comunista, por lo cual la dictadura lo persiguió), cosa que también cabe decir del papel de los medios de comunicación, así como de los caminos ideológicos que adoptan los mecanismos democráticos de nuestro tiempo.
Fue después de la muerte de Salazar en 1970 y del estallido de la Revolución de los Claveles (1974) que devolvió la democracia a Portugal, cuando Saramago inició, realmente, su carrera de escritor. Encontrar las claves por las que un imperio como el portugués quedó relegado respecto al resto de Europa y entender la condición humana, fueron sus preocupaciones centrales, las cuales abordó en relatos en los que la historia se mezcla con la ficción, siempre a través de la ironía y con una aguda conciencia social.
En esa carrera, Manual de pintura y caligrafía (1976), Alzado del suelo (1980), Memorial del convento (1981), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) y La balsa de piedra (1986), son algunos de los títulos que jalonaron y fueron consolidando el despegue de un escritor profundamente influenciado por Kafka, Pessoa y Borges. Luego llegaron libros como Historia del cerco de Lisboa (1989), Todos los nombres (1997), El Evangelio según Jesucristo (1991), Ensayo sobre la ceguera (1995), Cuadernos de Lanzarote (1997) … obras que configuran un vasto universo que, no solo es una reflexión sobre la historia, sino también el espejo de la sociedad actual. Un universo de luces y sombras en el sentir de su autor, fallecido en 2010, el cual se consideraba “una persona pesimista y escéptica en relación con esa cosa que llamamos especie humana, en relación con lo que estamos haciendo del mundo y de nosotros mismos”.
Veamos al escritor español Manuel de Lope en el siguiente fragmento del programa Hablemos de… cuando se refiere a la importancia, para Saramago y para Portugal, del Premio Nobel de Literatura que le fue concedido en 1998.
Autor: Fernando Nieto