
Ficha Técnica
En 1984, el pintor Pedro Nel Gómez fue entrevistado en el programa Un día en la vida de..., dirigido por Ann Marie Look. Allí habló de sus desnudos con una claridad inusual para su época. Dijo que no le interesaban los cuerpos encerrados en talleres ni posando en silencio. Le interesaban los cuerpos vivos, los que se ven al sol, los que existen en medio del trabajo, del barro, de la historia. Eso se refleja con fuerza en sus murales.
En la obra de Pedro Nel, el cuerpo no es adorno ni símbolo clásico. Es materia política. Sus mujeres desnudas —campesinas, obreras, barequeras— aparecen como figuras activas, muchas veces en movimiento, resistiendo o dando vida. En un país profundamente conservador, ese gesto fue radical. No solo por mostrar cuerpos desnudos en el espacio público, sino por darle centralidad a cuerpos que venían de los márgenes. Como él mismo contaba, muchas mujeres de “buen nombre” no quisieron posar para sus obras. Las que sí lo hicieron fueron, en muchos casos, mujeres trabajadoras, que aceptaron aparecer tal como eran.
El historiador del arte Carlos Arturo Fernández ha señalado que estos cuerpos no buscan la sensualidad, sino la fuerza. Que incluso las figuras mitológicas que Pedro Nel pintó conservan una potencia física que no está idealizada, sino encarnada. En ese sentido, el cuerpo aparece como un espacio de conflicto: es allí donde se tensan el poder, el deseo, el orden social.
Pensar su obra desde el cuerpo implica reconocer que no se trata solo de una decisión formal o estética. Es una intervención en el campo de lo visible. Pedro Nel Gómez pone en escena cuerpos que, históricamente, han sido desplazados de la representación: cuerpos de mujeres trabajadoras, cuerpos expuestos al desgaste, a la función, al juicio social. Al situarlos en el centro de sus murales —monumentales, activos, sin disimulo— desafía los patrones dominantes de quién puede ser representado, y desde dónde.
Por: Laura Vera Jaramillo