
La década de los años noventa en Colombia se caracterizó por la deshumanización del conflicto armado interno, ya que la violencia en contra de la población civil, desembocada en masacres, empezó a ser justificada en pro de la lucha por el poder.
Aunque los hechos de violencia han sido constantes a lo largo de las más de seis décadas que lleva el conflicto interno en Colombia, estos se intensificaron en de la década de los años noventa. La razón de esto se debió al fortalecimiento de los grupos insurgentes y paramilitares, así como por la misma debilidad del gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas.
Para 1993, año en que realizó la Octava Conferencia, las FARC no solo oficializaron la ruptura con el Partido Comunista, sino que tomaron la decisión de asediar Bogotá con su bloque principal, así como efectuar el control del resto del territorio con seis nuevos bloques: Caribe, Magdalena Medio, Occidental, Central, Noroccidental, y Sur.
Esta estrategia llevó a que la población civil se convirtiera en un objetivo en sí mismo; en las siguientes líneas veremos parte de la evolución de este fenómeno. Se debe hacer una aclaración conceptual; al referirnos a una masacre se habla de homicidios colectivos en contra de población en estado de indefensión, y que tienen por objetivo tanto el de generar miedo como el de demostrar control territorial.
La Masacre de Usme
El 26 de noviembre de 1991 una comisión judicial que se dirigía a esclarecer un homicidio en la Vereda La Unión, Usme fue emboscada por varios guerrilleros, quienes tras explotar una carga explosiva en la carretera acribillaron a los sobrevivientes. Aunque posterior al ataque Alfonso Cano indicó que las orientaciones del secretariado excluían a los civiles como objetivos militares, lo cierto es que, según declaraciones realizadas por testigos a la prensa de la época, el ataque fue premeditado. Demostración de esto fue el asesinato realizado para atraer a los funcionarios.
En el Archivo Señal Memoria se pueden encontrar las declaraciones realizadas por el comandante guerrillero a la prensa sobre lo acontecido en Usme.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1991). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Informes de la Masacre de Usme], noviembre 27 de 1998 / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-219532
Este episodio pasó a la posterioridad no solo porque fueron los primeros indicios de la llegada de las FARC a la región, sino porque, a pesar de lo que argumentaban sus lideres, los asesinatos de civiles estaban justificados bajo el interés del control territorial y la lucha contra la institucionalidad.
Crisis social en Urabá
En 1991 el grueso del Ejército Popular de Liberación (EPL) se desmovilizó gracias a los diálogos de paz iniciados en mayo del año anterior. Como sucedió con el M-19, quienes dejaron las armas constituyeron un partido político, denominado “Esperanza, Paz y Libertad”. A diferencia de lo sucedido con el movimiento de Carlos Pizarro, las FARC pusieron en su mira a sus integrantes; adicionalmente, el reducto que siguió en combate, comandado por Francisco Caraballo, acusó a sus antiguos compañeros de traición.
En consecuencia, tanto las FARC como las disidencias iniciaron una ofensiva en contra los miembros y simpatizantes del movimiento, la gran mayoría en el Urabá. El punto máximo llegó el 23 de enero de 1994, cuando milicianos del Quinto Frente de las FARC llegaron a una fiesta que se realizaba en el barrio La Chinita, de San José de Apartadó, asesinando a más de treinta personas.
Aunque la justificación de los guerrilleros fue el de acabar con los llamados “Comandos Populares”, una organización paramilitar conformada por antiguos miembros del EPL, lo cierto es que el hecho correspondió a una estrategia a nivel nacional que tenía por objeto exterminar a individuos considerados como traidores, y cuyos lideres gozaban de amplió apoyo popular para llegar a cargos de poder a nivel regional y nacional.
La reacción de las autoridades no podía ser otra diferente a los cálculos políticos; después de todo las víctimas no solo provenían de una zona abandonada por el Estado, sino que apoyaban y eran parte de una organización encabezada por desmovilizados. En un foro realizado a pocas horas de la masacre el aspirante al senado Aníbal Palacio Tamayo, denunció frente a las autoridades la situación social y de seguridad que sufría la comunidad a manos de la guerrilla. La respuesta gubernamental fue la afirmación de que las elecciones ni se suspenderían ni se aplazarían; asimismo prometieron desarrollo de infraestructura. Incluso, los informativos llegaron a denunciar que pese a las muertes “los intereses electorales pesan más que la vida de los pobladores”.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1994). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Informes sobre la Masacre de La Chinita] / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-220186
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1994). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Informes sobre la Masacre de La Chinita] / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-220186
Tras “La Chinita” la violencia en la región se recrudeció, las masacres se convirtieron en algo común; meses después, el 20 de septiembre de 1995, una nueva volvería a causar la reacción aireada de la sociedad colombiana, la “Masacre de Bajo del Oso”.
En la madrugada de aquel día, miembros del Quinto Frente de las FARC bajaron de un bus que transportaba a los trabajadores de una finca bananera, les amarraron las manos y posteriormente fueron fusilados; entre ellos había varios simpatizantes de “Esperanza, Paz y Libertad”.
La reacción de las autoridades, tanto militares como políticas, se caracterizó por dos elementos: primero, sugerir que se traspasaran los límites judiciales, segundo, solicitar que los civiles se involucrasen más en la lucha contra la guerrilla.
El ministro de Justicia de la época, Juan Carlos Esguerra, llegó a preguntarse si no valía la pena correr “pequeños riesgos” para garantizar el derecho a la vida. El funcionario consideraba que, si las autoridades cometían abusos, o bien si se daban capturas de personas inocentes, los instrumentos jurídicos les permitiría recobrar su libertad y hacer de cuenta que “no ha pasado nada”.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1995). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Masacre en Bajo del Oso, Apartadó] / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064041
Por su parte, el comandante del Ejército, Harold Bedoya, sugirió que los trabajadores constituyesen comités de vigilancia, es decir Convivir. Ante el cuestionamiento de que esto podría desembocar en grupos paramilitares, el general lo minimizó, argumentando que era tan solo una posición respetable y que las condiciones varían de región en región.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1995). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Velorio de las víctimas de la masacre en Apartadó, Urabá] / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064041
Tal y como podemos ver en el siguiente documento, la investigadora María Victoria Uribe afirmaba que los colombianos en ese momento ya se habían acostumbrado a convivir con la muerte. Realizando un paralelismo con la violencia de los años cuarenta, argumenta que los civiles pasaron a ser un objetivo más de los grupos armados, así como su principal víctima.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1995). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Masacre en Bajo del Oso, Apartadó] / Cecilia Orozco Tascón. [Noticiero]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064041 (El que dura 00:00:42)
Durante los siguientes años el recrudecimiento de la violencia crecería al tiempo que aumentaba el control territorial de las FARC y se consolidaba el paramilitarismo. Las masacres se convirtieron en algo cotidiano, así como en una forma de retaliación por las bajas en combate; en respuesta a una masacre guerrillera los paramilitares llevaban a cabo una peor. En siguientes artículos se explorará más sobre esta cuestión.
Por: Germán Sánchez Baquero