Las series y telenovelas colombianas han sido más que ficción; en los años 80 y 90, por lo menos, fueron escenarios de representación donde lo homosexual encontró sus primeros asomos entre miradas, silencios y besos que desafiaron la moral de su tiempo. Analizar las representaciones de homosexualidad en la pantalla nacional nos lleva a reflexionar sobre el melodrama hasta los estereotipos, donde el archivo audiovisual nos muestra personajes hipersexualizados, pero también figuras marginales que hoy son memoria viva; el guion y la emocionalidad muestran otras formas de ser.
Las representaciones en la televisión, aunque a veces ficcionales, han sido clave en la construcción de realidades simbólicas, un espacio donde se cruzan los discursos públicos y privados. El melodrama fue justo ese lugar de tensión, pues permitió mostrar otras formas de vida, darles espacio en lo público, pero mediadas desde la moral de su época. La telenovela fue de lo que se hablaba en la casa y se callaba en la calle.
Hoy, las telenovelas y seriados de los ochenta y noventa nos invitan a pensar la historia desde otro lugar. Los estudios visuales, culturales e históricos nos ayudan a ver más allá del guion: estos programas no fueron solo entretenimiento, también fueron una forma de leer la sociedad de su tiempo. En ellos, el exceso emocional no solo refleja la vida diaria, la transforma, pues es en ese exceso que surgen los discursos privados En los silencios, las miradas, en los gestos y escenas se esconden verdades que se podían ver en televisión, pero no hablar en público.
En este fragmento del seriado Tabú (1999) de Producciones Tevecine, podemos apreciar los personajes de Sergio, interpretado por Frank del Campo, y Freddy, protagonizado por Jimmy Vásquez, quienes mantenían un amorío secreto que, al salir al público, resulta, entre muchas situaciones, en el suicidio de Sergio.
Humar, Alí (director). (1999). Tabú: Capítulo 77. Colombia: Producciones Tevecine. Archivo Señal Memoria
Los besos: entre el amor y el erotismo
Dentro de los elementos visuales más representativos del melodrama está el beso que va más allá del gesto romántico o lo emotivo; es ese punto donde se cruzan nuestras vivencias con la intimidad del personaje. Pero, ¿cómo fueron los primeros besos homosexuales en pantalla? Sin duda, el primero ocurrió entre Inés de Hinojosa, protagonizada por Amparo Grisales y, Juanita de Hinojosa, interpretada por Margarita Rosa de Francisco en el capítulo 06 del seriado de RTI Televisión, Los pecados de Inés de Hinojosa, en 1988, que, aunque no se emitió en horario prime, marcó un hito en la televisión colombiana, permitiéndonos pensar la historicidad del lesbianismo, incluso remontándonos a la época colonial. Fue además sacar de la intimidad de la crónica a la exposición de la pantalla, una experiencia histórica, casi un arte hecho escena.
Triana, Jorge Alí (director). (1988). Los Pecados de Inés de Hinojosa: Capítulo 06. Colombia: RTI Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-065745
Desde allí, los guiones televisivos empezaron a explorar la potencia de mostrar mujeres besándose. Volvió a ocurrir en 1997 entre Alejandra Borrero y Marcela Gallego en Perfume de agonía de Producciones JES, y así siguió ocurriendo de manera esporádica. Pero, ¿qué tienen en común el ejemplo de estos dos besos? La respuesta es sencilla: actrices exuberantes, hipersexualizadas, con cuerpos estilizados y encuadres sensuales, que además de dotar de erotización el lesbianismo, mostraron la intimidad de las protagonistas como algo con posibilidad de exhibirse a lo público, pero, por supuesto, en el horario de emisión de lo íntimo, de la noche, de la oscuridad.
Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1997). Noticiero de las Siete N7 : 1983-2001. [Polémica, escándalo y censura que causó el beso entre dos actrices colombianas y las millonarias pérdidas para la empresa]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064273.
Si bien los besos entre mujeres marcaron momentos simbólicamente cargados y sensuales, con los personajes homosexuales masculinos fue distinto, ya que se mostraron en los horarios familiares, en los públicos y visibles; aunque su presencia en televisión ha sido más amplia, la construcción de estos personajes y situaciones no se pensó a partir los besos, ni las caricias, ni mucho menos la cama, fueron más bien representados desde la oposición teatral del ideal masculino de su época, donde la sexualidad ni siquiera se sugería era algo privado, nocturno o marginal. Ejemplos como Eurípides en El Divino (1987) de Caracol Televisión, Luis Eduardo en Cazados I (1996) de Coestrellas o Hugo Lombardi en Yo soy Betty la fea (1999-2001) de RCN Televisión, nos muestran un importante avance en la representación de lo homosexual, pues aunque no contaron con papeles protagónicos, fueron muy bien recibidos por el público, en muchos casos teniendo mayor recordación que los principales; allí los guiones y los programas televisivos abrieron presencia a las diversidades.
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Los personajes: entre estereotipos y los reales
Esta diferencia entre la representación de lo gay y lo lésbico también se hace evidente en la forma de construir personajes. Durante muchos años, los personajes homosexuales estuvieron marcados por los estereotipos y arquetipos de su época, especialmente los hombres. Hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI, nos acostumbramos a ver el arquetipo del “gay ridículo”: personajes estridentes, amanerados y cómicos. Un ejemplo claro es Jairo, interpretado por Juan Sebastián Aragón, en Mascarada (1996) de Producciones JES, un personaje ligado al mundo de la belleza y el modelaje, que aunque al final tuvo una historia de amor, vivió muchos dilemas emocionales y situaciones con otros personajes, además de desarrollar una personalidad con rasgos femeninos. Asimismo, el personaje de Renato en Fronteras del regreso de la programadora Colombiana de Televisión (1992), que, interpretado por Germán Escallón, se destacó por el uso de vestimenta y lenguaje atrevido, que transgredía los cánones sociales de lo masculino. Allí se piensa lo gay como una extensión de lo femenino.
Amuchástegui, Kepa (director). (1997). Mascarada: Capítulo 232. Colombia: Producciones JES. Archivo Señal Memoria
Otro estereotipo común fue el de “la doble vida”: hombres que en lo público mantenían relaciones heterosexuales y en lo privado sugerían una vida homosexual. Así fue el caso del seriado Géminis de Coestrellas (1996), que abordó la bisexualidad desde lo íntimo, no como un reconocimiento de la diversidad, sino como un dilema de infidelidad, una contradicción social entre lo íntimo y lo público. Algo similar ocurrió en dos capítulos de Corazones de fuego (1992) de Producciones Tevecine, que mostraron el conflicto emocional de hombres que, por presiones sociales, llevaban una vida homosexual en secreto.
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Sin embargo, algunos personajes lograron romper con estos estereotipos. Fueron presentados como figuras equilibradas y sensatas dentro de la trama, como Luis Eduardo, protagonizado por Luis Fernando Hoyos, en Cazados I de Producciones Punch de 1996, quien hace las veces del Melquiades de Daniel, Interpretado por Ernesto Benjumea, que, más allá de servir de enlace en la historia, se convirtió en una de las primeras representaciones no estereotipadas del ser homosexual.
Marroquín, Andrés (director). (1996). Cazados: Temporada 01 : Capítulo 12. Colombia: Producciones PUNCH. Archivo Señal Memoria. MII-297515 CLIP 1
En el caso de los personajes homosexuales femeninos, en cambio, fue un universo distinto. Su representación estuvo más marcada en la sensualidad y el deseo, pero mucho menos en su cotidianidad y conflictos personales. Tanto las Hinojosa como Helena en Perfume de agonía mantuvieron una personalidad femenina de acuerdo con los cánones de su tiempo y, aunque tuvieron escenas íntimas homosexuales, públicamente desarrollaron sus historias de amor desde la heterosexualidad, mostrando sus experiencias lésbicas como parte del erotismo y la sexualidad femenina.
Entre el archivo, la memoria y la representación
Sin duda, como hemos venido analizando, las producciones televisivas de los años ochenta y noventa fueron un escenario clave para la representación de lo homosexual. Las telenovelas, aunque en ocasiones sean ficción, funcionan como documentos culturales, archivos vivos de las costumbres, estéticas, lenguajes y silencios de una sociedad. Son dispositivos capaces de moldear imaginarios, legitimar formas de vida y silenciar otras. En sus escenas quedan los vestigios de una sociedad que se atrevió a imaginarse a sí misma, incluso si lo hizo desde estereotipos, tensiones morales o relatos marcados por el dolor. Aun así, dejaron una huella significativa en el camino hacia una representación más amplia de las diversidades.
Franco, Ernesto. (director). (1993). Corazones de fuego: Capítulo 158. Colombia: Producciones Tevecine. Archivo Señal Memoria.
A pesar de sus limitaciones, estas representaciones, que en su momento pudieron parecer marginales, transgresoras o polémicas, hoy tienen un valor histórico. No solo porque hacen parte del acervo documental de Señal Memoria - RTVC, sino porque marcan los límites de representación de una época, nos muestran cómo directores y guionistas leyeron su tiempo y, sobre todo, porque fueron el punto de partida para abrir camino a la visibilidad, el afecto y la existencia de lo queer en la pantalla nacional. Celebrar estas presencias no es analizarlas desde la superioridad del presente ni juzgarlas con dureza. Es, más bien, reconocer la fuerza que tuvo, y tiene, la representación.
Por: Juan David Alfonso
