El 8 de mayo de 1924, tras veintiún años de tensiones con Estados Unidos, Colombia al fin reconoció la separación de Panamá. A un siglo de relaciones diplomáticas, conviene recordar un patrimonio histórico que no solo fue compartido por ambas naciones, sino que también fue fundamental en la configuración de sus identidades. El olvido de esa historia común en ambos paÃses tiene mucho que ver con el deseo de entenderse como realidades históricas y culturales separadas, para las cuales lo que se consumó hace cien años era inevitable.
Oficina de Información y Propaganda del Estado. (1956). Colombia al DÃa: Noticias de Colombia y el mundo no. 10. Colombia: Odipe. Archivo Señal Memoria, F35MM 851254
Panamá antes de Colombia
La cercanÃa conectó durante milenios, cuando ese invento reciente de las repúblicas no estaba ni en planes. El Istmo y el Darién fueron un corredor de migraciones vegetales y animales por donde entraron el ser humano, posiblemente el maÃz y hasta las lenguas que darÃan origen a la familia chibcha. Allà los conquistadores europeos se enteraron que el PacÃfico existÃa y transformaron los propósitos de su invasión, adentrándose cada vez más en el continente. Al fundarse Ciudad de Panamá, de aquel lado, se despobló Santa MarÃa La Antigua, de este lado, un acto que luego inspiró el levantamiento de cabezas de playa en Santa Marta y en la aún más cercana Cartagena.
El intercambio comercial, polÃtico y cultural siguió siendo inevitable en los siglos coloniales, como lo recuerda un libro de historia de la Nueva Granada y sus caciques muiscas, finalizado en Panamá Viejo hacia 1680 por Lucas Fernández de Piedrahita, un obispo bogotano que venÃa de ser secuestrado por piratas ingleses en San Andrés y Providencia, las mismas islas que en 1803 pasarÃan a administración neogranadina por efecto de un contacto cada vez más intenso con los puertos de tierra firme. Asà que esa Panamá y esa Colombia que hoy se siguen disputando la paternidad de la cumbia, eran desde la Colonia escenarios de algunas historias comunes. Y la llegada de la Independencia también se darÃa en esa clave: la patriota Cartagena quedó en medio de los bastiones realistas de Santa Marta y Panamá, a donde buscaban refugio los monárquicos que llegaban a refugiarse desde Honda, Mompox o Buenaventura. Y asà llegó 1821, cuando la adhesión de Panamá a la Gran Colombia fue planteada y declarada al momento oportuno de conocerse que ya toda la Costa norte era de los independentistas.
Ritter, J. (1983). Simón BolÃvar 1783-1983 – 200 años de gloria. Colombia: Inravisión. Archivo Señal Memoria, UMT 202657
Colombia antes de Panamá
Por supuesto, habÃa una república y no necesariamente un Estado-nación, otro invento todavÃa más reciente que exige un proyecto polÃtico y cultural cuya formación tomó varias generaciones. En ese camino, se ensayó la posibilidad de creer que Panamá era parte de una nación colombiana, idea que por lo general fue acogida a ambos lados del Darién. Fue allà cuando los experimentos constitucionales de turno fueron acogidos con el mismo entusiasmo en MedellÃn, Tunja o la Villa de Los Santos. También cuando Tomás Herrera era un caudillo militar que separó Panamá en 1840, con la misma energÃa con que derrotó en 1851 a los esclavistas en Antioquia o buscó tomar el poder en Bogotá en 1854. Hasta esas guerras civiles que avergonzaron la memoria de ambos paÃses en el siglo XX fueron formas de hacer polÃtica promovidas a ambos lados de la frontera, como cuando el cartagenero Pedro Prestán levantó sectores populares desde Portobelo hasta Riohacha, cosa que olvidamos tanto como el hecho de que su ahorcamiento en Colón fue concertado con las mismas élites panameñas que solicitaron desembarcos norteamericanos por décadas.
Ya también se ha olvidado que ese fue un siglo donde Justo Arosemena escribió sobre la singularidad histórica del Istmo, al tiempo que apoyaba el proyecto radical para toda la Unión en la Convención de Rionegro y representaba como diplomático los intereses limÃtrofes de Colombia. También fue el siglo donde Gil Colunje se erigió como primer novelista de Panamá, olvidado aquà a pesar de haber escrito La virtud triunfante veinte años antes de la MarÃa de Isaacs y de escribir buena parte de su obra intelectual en una hacienda de la Sabana de Bogotá idéntica a las habitadas por Caro, Pombo o José Manuel MarroquÃn, exrector de la Universidad del Rosario igual que Colunje.
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Otro sÃmbolo de la nación naciente, la Universidad Nacional, ya casi no recuerda entre su alumnado a próceres panameños como Carlos Antonio Mendoza, Ciro Luis Urriola o Salomón Ponce Aguilera. La Universidad de Cartagena, que nació con el Istmo en su apellido como pionera de la educación pública en la Costa, tuvo entre sus egresados a Manuel Amador Guerrero, Eusebio A. Morales y Manuel Espinosa Batista, dirigentes separatistas nacidos más cerca del rÃo Magdalena que del Chagres.
Luna, J. (director). (1983). Contra viento y marea: Rafael Núñez. CapÃtulo 8: Una Constitución para ángeles. Colombia: Promec. Archivo Señal Memoria, UMT 216604
Colombia y Panamá, separadas y paralelas
La separación igual llegó en 1903, tras una suma de sentimientos e intereses cuyo protagonismo en los hechos aún disputa la historiografÃa de ambos paÃses. Y allà estuvo también la oposición de Pablo Arosemena y Belisario Porras, quienes comprendieron pronto que sus ideas liberales no tendrÃan en Colombia el mismo espacio que les ofrecÃa la nueva república. También estaba un José Domingo de ObaldÃa que, por si la conspiración fracasaba, mandaba telegramas a Bogotá desmarcándose del movimiento, o un Juan Bautista Pérez y Soto, quien de no haber optado por seguir siendo colombiano le habrÃa legado a Panamá una rica colección de arte y documentos históricos que acá se estudia muy poco.
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Con todo y separación, las historias comunes pudieron seguirse dando. La convención panameña de 1904 dejó una versión de la Constitución colombiana de 1886 mucho más liberal y garantista, con un espÃritu de renuncia a las guerras civiles y la intolerancia polÃtica idéntico al de las constituyentes reunidas en Bogotá en 1905 y 1910. Y mientras Panamá inauguraba el Canal de la discordia con un alto porcentaje de mano de obra colombiana, del lado suramericano venÃan de exhibir su versión más modesta de orgullo capitalista con la Exposición del Centenario y el florecimiento de Barranquilla. Al mismo tiempo, ambos estados encargaban sus propias versiones modernas del pasado: la Historia de Colombia de Henao y Arrubla y el Compendio de historia de Panamá de Arce y Sosa, redactada con una notoria amabilidad hacia Colombia. Como largo epÃlogo, la intromisión yanqui incubó las ideas antiestadounidenses de Arnulfo Arias o Laureano Gómez, ambos tan influyentes en la polÃtica de sus paÃses en el siglo XX, como decididamente conservadores y racistas.
La consumación de todos esos olvidos inició en 1924, hace cien años. Ese año el profesor panameño Nicolás Victoria, hijo del proyecto educativo de la Constitución de Rionegro, se acreditó como embajador ante el presidente Pedro Nel Ospina, el general que en 1885 ordenó el ahorcamiento de Prestán en Colón...
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Autor: Felipe Arias Escobar