Cultura y sociedad | Señal Memoria

Cultura y sociedad

Colección que agrupa los documentos relacionados con temas de interés general, expresiones artísticas, manifestaciones y producciones culturales originadas por los diferentes tipos de poblaciones en el país.

La obra de Raúl Mojica Mesa (Laguneta, Guajira, 1928 – Bogotá, 1991) parte de un interés en diversas músicas tradicionales de Colombia, particularmente aquellas localizadas en el Caribe. Ajeno a una concepción meramente nacionalista, el compositor se incrusta en la diversidad estética que durante la segunda mitad del siglo XX, con dificultades proporcionales al genuino espíritu de vanguardia, se abrió camino en el medio musical colombiano. En ese contexto, sorprende la publicación en 1988 y 1990 de dos volúmenes con la obra del compositor. La grabación estuvo a cargo de músicos activos en el establecimiento musical capitalino.

Con el siglo XX la viola expande sus horizontes y las constantes solicitudes que realizó el solista Lionel Tertis (1876-1975) produjeron un significativo incremento del repertorio. Como respuesta directa se cuentan obras de Gustav Holst y de Ernest Bloch con su Suite Hebraïque (1951). Se destacan los conciertos de William Walton, Bohuslav Martinu y Béla Bartók, a pesar de que este último encontró la muerte en 1945 antes de finalizar su partitura. La terminación de la pieza fue asumida por su discípulo Tibor Serly (1901-1978), quien se tomó cuatro años más. El “Concierto para viola y orquesta” Sz.120, fue estrenado en 1949 por el escocés William Primrose, quien lo había comisionado al compositor. Esta grabación (1950?) reúne a Primrose y Serly. De fondo en la elocuente carátula, los borradores de Bártok.

Los Conciertos para viola en Sol Mayor TWV 91:G9 y en Re mayor Op.1, escritos por Georg Philipp Telemann y Carl Stamitz, respectivamente, constituyen una muestra de la escasa producción orquestal enmarcada entre los periodos barroco y clásico, que haya sido escrita para el instrumento desde sus posibilidades como solista. Se suman el Concierto en Do menor de Johann Christian Bach; el Concierto en Si menor de Georg Frideric Handel y la Sinfonía Concertante en Mi bemol de Mozart. Es solo hasta el siglo XIX, con mayor protagonismo de la música de cámara, que la viola pudo emanciparse de su rol primordial como instrumento acompañante. Se cuenta aquí con una de las escasas grabaciones como solista de Hienz Wigand, realizada en 1963.

Solo hasta bien entrado el siglo XX, pudieron ser superadas cierto tipo de casillas ideológicamente construidas, que constituyeron una idea distorsionada de la llamada música clásica. En un pasado no muy lejano fue común pensar que este no era campo de participación para afrodescendientes, con la consecuente exclusión ideológica y política. No obstante, es llamativo el hecho de que en contextos sensibles a la discriminación, como lo es EE.UU, se haya contado con una generosa cantidad de compositores afro de renombre. Es el caso de William Dawson (1899-1990), reconocido por numerosas versiones corales y orquestales de Negro Spirituals, además de su Negro Folk Symphony. El estreno de esta última, en 1934, estuvo a cargo del propio Stokowski. Luego, en 1952 el compositor revisó la obra bajo el influjo de esquemas rítmicos hallados en un viaje por África occidental.

Los compositores estadounidenses William Grant Still (1895-1978) y George Walker (1922), junto al nigeriano Fela Sowande (1905-1987), pertenecen a la generación de músicos afrodescendientes que de manera precursora se abrió paso en un medio musical hasta entonces dominado ideológicamente por la raza blanca. Still, con amplia gama de composiciones, fue pionero en los dominios de la dirección orquestal y sus obras se interpretaron en grandes auditorios de Europa y América. La versatilidad de Sowande se expresó tanto en la música popular como en el ámbito erudito londinense; Walker, por su parte, ha recibido comisiones de importantes orquestas de los EEUU. Las obras aquí reunidas cubren un periodo comprendido entre 1930 (Sahgdji, ballet) y 1955 (African Suite, para orquesta de cuerdas).

Se tiene aquí un buen ejemplo de las carátulas del sello Westminster, célebre por estos enfoques no tan irreverentes como heterodoxos. Se trata de una importante grabación de la obra de Schubert dirigida por Eugen Jochum que, si bien da a entender que se incluye la Novena Sinfonía “Inconclusa”, se trata en realidad de la No.7 en Do, D.944. Como quiera que sea, es un producto lo suficientemente sugestivo como para conferirle a Schubert un nuevo significado.

Poco antes del ocaso del LP de música clásica, muchos de estos productos buscaron emancipar sus carátulas de ese cerrado concepto al que aludía lo “clásico”, en el que fueron frecuentes intérpretes o directores de orquesta en poses afectadas u obras de museo con formato ampuloso y paradigmático. Se empezó, entonces, a trabajar un concepto de carátula de manera ambigua y juguetona, con referencias al mundo del pop y del jazz.

Conciertos debut en Viena (1962), Nueva York (1967) y Londres (1974), hicieron parte del significativo renombre que por entonces tuvo la pianista colombiana Blanca Uribe en el contexto internacional. Reseñas halagadoras de su labor musical se encontraron con recurrencia en publicaciones como Gramophone y diversos diarios que a su paso dieron cuenta del éxito alcanzado. Particularmente son frecuentes las referencias a la calidad con la que la pianista interpretó la Suite para piano “Iberia” (1906-1908) del compositor español Isaac Albéniz. Esta grabación de 1977, se ubica en el pináculo de su carrera y por ello fue reconocida con el “Premio Albéniz”.

Nacida en la periferia de las grandes metrópolis productoras de pianistas, Alicia de Larrocha de la Calle (1923-2009), fue la intérprete española del este instrumento con mayor impacto internacional. Su talento le permitió moverse con igual sensibilidad y éxito tanto en el repertorio canónico centroeuropeo, como en las tradiciones españolas de composición nacionalista. Aunque fueron célebres sus interpretaciones de Mozart, Beethoven y de Schumann, las mismas resultaron opacadas por el gran reconocimiento que en sus pequeñas manos tuvo la obra de Isaac Albéniz, Manuel de Falla y Enrique Granados. Esta grabación de 1977 actualizó un proyecto realizado desde sus primeras incursiones en los estudios, cuando en 1954 registró las “Goyescas” por primera vez.