En el 2017 los cantos de trabajo de los llanos de Colombia y Venezuela fueron declarados patrimonio cultural inmaterial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Sin embargo, desde su misma declaración requieren medidas urgentes de salvaguardia, dado que están en riesgos a partir de la transformación de las tecnologías productivas, el territorio, la urbanización, el conflicto armado, entre otros.
En el caso colombiano, los departamentos que albergan los cantos son Arauca, Casanare, Meta y Vichada. Por lo tanto, en medio de las diversidades geográficas, naturales y culturales los cantos de trabajo han estado presentes de manera generacional. El trabajo con la tierra y los animales implica un proceso de domesticación y adaptación a través de la yuca brava, el maíz, plátano, algodón, arroz, cacao, café, tabaco, la pesca, las fuentes hídricas o la ganadería. Esta última, es central en la manifestación, dado que su expansión se remonta desde el periodo de la conquista y colonial y se constituyó en una actividad económica, como también, cultural en los habitantes, quienes transitaron en nuevas formas de tenencia y uso de la tierra, es decir, ocupación del territorio, un ejercicio de poder político y económico e imaginarios de abandono o promisión de los llanos.
La manifestación de los cantos es una oportunidad para comprender y valorar el trabajo de las poblaciones que habitan en el llano. La vida material y de migraciones que ha tenido el territorio da cuenta de un fuerte arraigo con el trabajo manual del cuero, los inmuebles de descanso o trabajo elaborados con materiales orgánicos y la música a través de las fiestas, los instrumentos o el canto que de manera elaborada o cotidiana hace parte de la experiencia llanera. Así mismo, la ganadería, se consolidó producto del poblamiento y migración del llano, pero en la mitad del siglo XX su intensificación o tecnificación cobró mayor protagonismo frente a la tradicional o extensiva. La primera, desde la propiedad privada, la delimitación de cercas, la introducción de otras razas de animales y nuevas tecnologías en la producción. La segunda, con un trabajo comunal en el pastaje, de razas criolla o cimarrón, de consensos y división de labores como de saberes.
Los cantos son una expresión de identidad y conexión con el territorio. Con ocasión a la declaratoria y salvaguardia fueron destacadas cuatro prácticas que están interrelacionadas con el trabajo y la cultural llanera. El primero, el ordeño, que es una actividad diaria, cotidiana, que convoca a las familias o las diferentes personas que habitan en el llano sin distinción alguna para la posterior realización de quesos u otros derivados. Cantarle al animal para tranquilizarlo hace parte del amansamiento, es una comunicación desde temprana edad, de nombrar al animal y producir coplas o versos improvisados o elaborados mediante octosílabas entre dos y ocho versos. El segundo, es en el cabrestero. En él los jinetes cantan y arrean el ganado de un lugar a otro, camino a los lotes o corrales, donde se alimentan, salen a la venta, son vacunados, tratados u otras destinaciones. Esta actividad es armónica, sonora y coordinada entre los jinetes y el ganado. En otras palabras, un jinete lidera el grupo, quien van cantando y otros orientando el camino; no obstante, con los cambios que ha tenido el territorio llanero los desplazamientos antes eran prolongados y hoy son cortos con la introducción de camiones de carga de los animales.
Temas como las jornadas laborales, las adversidades económicas, las emociones o sentimientos del llanero las comparte con otras personas y los animales mediante el canto y sus saberes, porque si hay silencio en las activades ganaderas presuntamente fueron robados o contrabandeados los animales. La imitación es el primer escenario de aprendizaje de los mayores a los más pequeños o jóvenes, y pasar la noche cantando en vela es el tercer tipo de canto objeto de salvaguardia. Cuidar los animales hasta el otro día para evitar que se asusten, espanten o barajusten fue un mecanismo de acción por parte de los llaneros, ya que los perjuicios eran mayores y las coplas, corridos o pasajes les permitieron hacer frente a las adversidades, pero fue desincentivada o perdiéndose con las tecnificación e introducción de otro ganado, que cuidarlos por la noche no fuese necesario y sea parte hoy de la memoria histórica del territorio. En último lugar, el canto de domesticación mediante el silbido, los gritos o las llamadas están en los tres anteriores, pero tienen elementos particulares en el proceso de domesticación de los animales desde temprana edad, con el propósito de acostumbrarlos a la presencia humana.
Ahora bien, entre los riesgos que experimentan los cantos del llano y que demandan la atención desde la UNESCO, las comunidades locales e instituciones desde la década de 1980 y vigentes hoy día son: la tecnificación económica y de la tierra, el conflicto armado, la urbanización y migración, perdida de rutas ganaderas, desconocimiento de valores patrimoniales, fracturas generacionales, proyectos de desarrollo, economías extractivas o la avanzada edad de sus portadores. La pérdida paulatina de un patrimonio cultural inmaterial es una afectación al territorio, los saberes locales y la vida misma de la comunidad, ya que se desdibujan las tradiciones, hay un quiebre de memorias e identidades entre la misma comunidad y el desconocimiento de la creatividad y diversidad cultural. De ahí que, desde muy temprano, “Yuruparí” en 1985 dedicó algunos de sus episodios sobre el llano, donde destacó el trabajo de Álvaro Montes, quien describe su trabajo como llanero y los saberes propios del territorio que son parte, también, del día a día e insumos para los cantos llaneros.
Ramírez, Ofelia (Directora). (1985). Yuruparí. [Ser llanero es tener llano]. Colombia: FOCINE y AUDIOVISUALES. Archivo Señal Memoria, C1P-243287
Para terminar, los cantos llaneros son un patrimonio cultural vivo, en el cual convergen elementos inmateriales y materiales en el territorio. Tiene riegos críticos, prioritarios y urgentes que fueron identificados desde la misma declaratoria nacional e internacional, los cuales interpelan producciones audiovisuales, ya que ellas son parte fundamental en la identificación, caracterización, valoración y divulgación del patrimonio cultural, dado que amplían las fronteras físicas del territorio llanero y es parte del dialogo cultural, sonoro, visual y vivencial como lo plasma un fragmento del poema "Ser llanero es tener llano" de Eduardo Montilla Trejos en “Yuruparí”.
Ramírez, Ofelia (Directora). (1985). Yuruparí. [Ser llanero es tener llano]. Colombia: FOCINE y AUDIOVISUALES. Archivo Señal Memoria, C1P-243287
