Guillermo Cano y su huella en El Espectador | Señal Memoria

 El periodismo de Guillermo Cano: 100 años
Publicado el Mar, 12/08/2025 - 15:43 HISTORIA DE LOS MEDIOS
El periodismo de Guillermo Cano: 100 años

A cien años del nacimiento de Guillermo Cano, su trayectoria revela un periodismo que combinó rigor, independencia y responsabilidad pública. Desde su formación en la redacción de El Espectador hasta sus denuncias contra el narcotráfico y la corrupción, Cano defendió la libertad de prensa como práctica cotidiana, incluso bajo censura y amenazas. Su asesinato en 1986 evidenció los riesgos de ejercer control al poder. El Premio UNESCO/Guillermo Cano honra su legado y recuerda que un periodismo ético y crítico sigue siendo esencial para la democracia colombiana.

Oficio, formación y carácter

Guillermo Cano(1986). Movilización por el asesinato de Guillermo Cano Isaza. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-217445.

En 1925, Colombia seguía bajo la Hegemonía Conservadora, un régimen que, desde 1886, había consolidado un Estado centralizado, una estrecha alianza entre Iglesia y gobierno y un sistema electoral restrictivo. La economía dependía del café como principal producto de exportación, mientras crecían tensiones sociales y regionales que preludiaban el ascenso liberal de 1930.

Ese 12 de agosto nació en Bogotá Guillermo Cano Isaza, hijo de Gabriel Cano Villegas, director de El Espectador e integrante de la familia fundadora del diario, creado en Medellín en 1887 por Fidel Cano Gutiérrez Su infancia transcurrió entre el olor a tinta fresca, el golpeteo metálico de las linotipos y las galeradas que pasaban de mano en mano para ser corregidas antes de la impresión. 

La palabra impresa, el debate público y la confrontación política formaban parte de su cotidianidad.

A los 17 años comenzó como corrector de pruebas, revisando minuciosamente las páginas antes de su impresión, aprendiendo a leer los textos invertidos de los moldes tipográficos, y titulando y editando noticias. Bajo el seudónimo “Conchito” ejercitó la crónica taurina. Este aprendizaje práctico, junto con su atención constante a la vida política, le dio una comprensión del oficio que no se obtenía en las aulas universitarias.

En la primera mitad del siglo XX, la prensa colombiana operaba con fuerte filiación partidista y bajo el control de clanes familiares. Más que empresas modernas, muchos diarios funcionaban como instrumentos de intervención política y escenarios de confrontación ideológica, vulnerables a cierres y sanciones. Aunque inmerso en ese panorama, El Espectador buscó preservar una línea editorial independiente, una tradición que Cano heredó y fortaleció.

En septiembre de 1952, con 27 años, asumió la dirección del diario junto a su padre; desde 1974 lo dirigió de manera plena. Su gestión comenzó en la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1953–1957), que clausuró el Congreso, impuso censura previa y utilizó la televisión estatal —inaugurada en 1954— como aparato de propaganda. Entre 1956 y 1958, El Espectador circuló bajo el nombre de El Independiente para sortear el cierre ordenado por el régimen, en una de las estrategias más recordadas de resistencia periodística en el siglo XX colombiano.

Aquella coyuntura consolidó en Cano la convicción de que la prensa debía cumplir su función pública incluso bajo represión. Su método de dirección era cercano y minucioso: trabajaba en la misma sala que los redactores, recorría la redacción a diario, revisaba contenidos, conversaba con reporteros y supervisaba desde los editoriales hasta la elección de fotografías. 

Periodismo como responsabilidad pública

Programar Televisión (Productor). (1986). Entrega del Premio CPB a Guillermo Cano por “Libreta de apuntes”. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-217445.

Entre 1979 y 1986, Guillermo Cano escribió la columna dominical Libreta de apuntes. No era un espacio para reafirmar su figura, sino un instrumento de análisis riguroso de la coyuntura nacional. Allí examinaba la retórica oficial, desarmaba consensos fabricados y formulaba preguntas incómodas para las élites políticas y económicas. 

Los años ochenta fueron un periodo de alta densidad histórica para Colombia: recesión económica, debilitamiento del Estado, expansión de actores armados ilegales y consolidación del narcotráfico como poder político y económico. Cano fue de los primeros en advertir que el narcotráfico no era solo un asunto policial, sino un actor con capacidad para moldear agendas, infiltrar instituciones y condicionar decisiones públicas.

En sus columnas rastreaba las estructuras económicas y políticas que lo sostenían, denunciaba la captura de sectores estatales y privados y señalaba la complacencia —cuando no la complicidad— de autoridades y líderes empresariales. 

También miraba hacia el propio campo mediático, alertando que la prensa, si renunciaba a investigar, terminaba funcionando como caja de resonancia de las narrativas dominantes. 

Para él, un periodismo responsable debía implicarse en lo público con rigor, lenguaje claro y responsabilidad frente a lo publicado, que en últimas, la independencia y la lucidez eran el verdadero capital de un medio, incluso cuando ese capital se pagaba caro.

Libertad de prensa: de la ley a las condiciones reales

En Colombia, la libertad de prensa estaba reconocida por la Ley 29 de 1944, pero su vigencia dependía de condiciones que rara vez se cumplían: ausencia de censura directa e indirecta, acceso a información pública, protección de fuentes, independencia editorial y sostenibilidad económica. Las clausuras de medios, las presiones fiscales, la violencia contra periodistas y la concentración de la propiedad minaban ese derecho.

A comienzos de los años ochenta, el caso del Grupo Grancolombiano puso a prueba esos principios. El Espectador publicó investigaciones sobre manejos financieros irregulares relacionados con Jaime Michelsen Uribe. La respuesta fue el retiro masivo de publicidad institucional y privada, presión sobre los anunciantes y aislamiento económico. El objetivo no era desmentir las denuncias, sino forzar un cambio de línea editorial mediante el asfixiamiento financiero. Cano sostuvo la investigación, evidenciando que la censura puede operar de forma encubierta, desplazando la disputa al terreno económico.

Esta comprensión del riesgo lo situaba en la misma ruta de periodistas que, en décadas posteriores, enfrentarían dilemas similares: Orlando Sierra Hernández, subdirector de La Patria de Manizales, asesinado en 2002, o Diana Turbay, directora de Hoy x Hoy, secuestrada y asesinada en 1991. En todos esos casos, la libertad de prensa se entendió menos como un principio proclamado y más como una práctica que exige método, coraje y resistencia sostenida.

El asesinato y la proyección de su legado

Orozco Tascón, Cecilia (Directora). (1999). Premio Mundial de la Libertad de Prensa UNESCO – Guillermo Cano. Bogotá: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064705.

El 17 de diciembre de 1986, Guillermo Cano fue asesinado frente a la sede de El Espectador en Bogotá por sicarios del Cartel de Medellín. La justicia estableció que su muerte formó parte de una ofensiva contra periodistas, jueces y funcionarios que respaldaban la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos.

Once años después, en 1997, la UNESCO instituyó el Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano, entregado cada 3 de mayo. El galardón reconoce a periodistas, medios y organizaciones que defienden la libertad de expresión en entornos de riesgo. Entre sus ganadores figuran Anna Politkóvskaya (Rusia, póstumo), María Ressa (Filipinas) y Dawit Isaak (Eritrea), todos ellos símbolos de un periodismo que asume riesgos para sostener la palabra pública. El premio convirtió el nombre de Cano en referente internacional de independencia y rigor, y ha visibilizado situaciones de censura en diversas latitudes.

A cien años de su nacimiento, su figura invita a examinar el estado actual de la libertad de prensa en Colombia y a reconocer que, sin condiciones materiales, esta es frágil; que la concentración de medios y la dependencia económica siguen siendo amenazas; y que la responsabilidad periodística implica no solo denunciar, sino construir marcos de comprensión que permitan a la ciudadanía deliberar e interpretar de manera informada el país que habita.

Conmemorar este centenario desde el archivo es situar a Guillermo Cano en la historia política, social y cultural del país, y mantener viva la pregunta que atraviesa su vida y su obra: ¿qué periodismo necesitamos para narrar y pensar Colombia hoy?

Por: Laura Vera Jaramillo

Fecha de publicación original Mar, 12/08/2025 - 15:43