Gonzalo Arango, escritor nadaista | Señal Memoria

 Gonzalo Arango
Publicado el Sáb, 25/09/2021 - 11:00
La muerte nunca se llevó a Gonzalo Arango

Gonzalo Arango, fundador del nadaísmo, murió un día como hoy hace 45 años. En 1958 presentó el Manifiesto Nadaísta, de la mano con Jaime Jaramillo Escobar, Jotamario Arbeláez y otras figuras del movimiento; que apuntó hacia lo establecido para no dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio. ¿Cuál fue su legado de esta corriente iconoclasta? Parte de él está en canciones: Los Árboles y El Pez en los 90 y Alcolirykoz hoy rescatan el sentido de su pensamiento. Por eso sus letras van como él vivió: sin casco y en contravía.

El 25 de septiembre de 1976, Gonzalo Arango iba en carro por la carretera Bogotá-Tunja. Tenía 45 años y los últimos los había pasado explorando su espiritualidad y fe y conectándose con la naturaleza. Ese día, a la altura de Gachancipá (Cundinamarca), un camión lo arrolló y el fundador del nadaísmo murió.

¿Cómo describir a Gonzalo Arango? Esta fue su respuesta, escrita en 1966 en la antología De la Nada al Nadaísmo: "Filósofo laureado. Desertor de La Patria Boba y de toda esperanza. El resto de la vida se la ha pasado olvidando lo que aprendió. Agitador. Ex presidiario de cuatro cárceles, actualmente en uso de libertad condicional. Vagabundo, parásito, poeta o eterno de algún modo. Burócrata ocasional y destituido. Corruptor de la juventud. Enamorado, casado, fracasado, y reincidente. Aventurero, sin oficio conocido. Vive del milagro y de las mujeres. Duerme en un monasterio. Es además escritor".

Nació como el menor de 13 hijos de una familia conservadora en Andes, Antioquia, el 18 de enero de 1931. Tras su infancia campestre, viajó a Medellín a acabar el colegio y, luego, estudiar Derecho en la Universidad de Antioquia. Al tercer año de carrera desertó y decampó hacia lo rural de nuevo. Sus lecturas y crisis religiosas lo desesperaron y también abrieron su perspectiva a nuevas ideas. En el 53 volvió a la ciudad, se unió al Movimiento de Acción Nacional de Rojas Pinilla y, después, escribió sobre literatura para el periódico El colombiano. Huyó a Cali tras la caída de Rojas y allá trabajó su obra principal, inspirada a partir de sus lecturas de Sartre, Nietzsche, el existencialismo y el nihilismo, pero mucho más que eso: el nadaísmo.

En 1958, Arango presentó el Primer manifiesto nadaísta, un documento de 42 páginas que apuntaba contra el orden establecido y llamaba a revolucionar la literatura, la política y la sociedad. Ese año, como acto fundacional, los nadaístas —Jaime Jaramillo Escobar, Jotamario Arbeláez, Amílcar Osorio, Eduardo Escobar y Darío Lemus, entre otros además de Arango— quemaron libros en la plazuela San Ignacio de Medellín para alejarse del saber tradicional y, con esa ruptura, volver a pensar. La misión era clara: “No dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio”.

El manifiesto nadaísta celebró la muerte del humanismo y despreció la razón, y abrazó la desdicha y la desesperación por medio de la literatura. Así lo leyó el mismo Gonzalo Arango, para la HJCK:

Arango, Gonzalo. Manifiesto nadaísta. Bogotá: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-RMT-073409-07.

 

Además de la quema fundacional vinieron discursos en papel higiénico, hostias escupidas una vez recibidas en la Basílica de Medellín y el sabotaje con gases fétidos en el primer Congreso de Intelectuales Católicos, que llevó a Arango a la cárcel. Y hubo acciones tan inofensivas como retar los roles de género con ropa rosada y pelo largo, que escandalizaron a la sociedad de la capital antioqueña de la segunda mitad del siglo XX. Era un movimiento iconoclasta y consecuencia directa de su época que impactó la sociedad a toda velocidad, pasión y vigor. Hacia finales de los 70 ya venía perdiendo fuerza y la muerte de su fundador acabó de apagar la llama. Era inevitable, en todo caso: una corriente así de transgresora o se acaba rápido o termina haciendo parte del statu quo que combatió.

Aunque la revolución nadaísta consumió buena parte de su tiempo, Arango no descuidó la escritura. Su obra es extensa, se podrían destacar los cuentos (como Sexo y saxofón, de 1963), los textos periodísticos (como Prosas para leer en la silla eléctrica, de 1966) o los poemarios (como Fuego en el altar, de 1974). Colaboró con medios como la Nueva prensa, Cromos y El tiempo. Fundó una revista: Nadaísmo 70. Incluso sus cartas, luego de su muerte, resurgieron como una fuente de exploración de su mente y de sus ideas, así como de su mirada única para pensarse y pensar su entorno a la hora de comunicarse con los que quería.

El nadaísmo había muerto, larga vida al nadaísmo; y a Gonzalo Arango, claro. ¿Cuál es su legado? Quizás los mismos nadaístas se reirían de esa pregunta, despreocupados frente a tales pretensiones. Pero una de las formas en las que el nadaísmo pervive es la música. En los 60, con el hipismo y el nadaísmo en auge, Los Yetis, icónica banda pionera del rock colombiano, hizo Llegaron los peluqueros, una protesta contra la policía cortamelenas con versos de Arango. Y un par de décadas después del fin del movimiento, grupos como Los Árboles (El acre sabor de su carne incandescente, de 1997) y El Pez (El Presidente, de 1998) demostraron la vigencia del pensamiento nadaísta, al menos como punto de referencia, quizás como guía artística, tal vez como profecía que se adelantó a su tiempo.

Jotamario Arbeláez, su amigo y pensador nadaísta, recordó a Arango y al impacto de todo el movimiento nadaísta en 1996, para la HJCK:

Arbeláez, Jotamario (1996). Homenaje a Gonzalo Arango en sus veinte años de muerte. Bogotá: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-RMT-075413-01.

 

“La muerte nunca se llevó a Gonzalo Arango / Hoy vive en cada locura que escribe mi generación”, rapeó Gambeta de Alcolirykoz en No hay flores en Venus, corte de su álbum Efectos Secundarios (2014). Esta agrupación de Aranjuez, Medellín, es probablemente la extensión contemporánea más vibrante del nadaísmo. Cuando la literatura no les decía nada como adolescentes, las palabras de Arango en Prosas para leer en la silla eléctrica los cautivó: esa capacidad de narrar, esas historias tan ingeniosas, esa sencillez y contundencia. Canciones como Los Sospechosos de Siempre, Rap, Sexo y Saxofón, “Changó y Comediantes de velorio beben directamente del nadaísmo. Así está vivo el nadaísmo hoy, en letras de rap, inspirando a los que continúan retando lo establecido. O como diría Alcolirykoz, y cómo vivió Arango: sin casco y en contravía.

 


Autor: Santiago Cembrano

 

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Fecha de publicación original Sáb, 25/09/2021 - 11:00