Porro en San Pelayo: Retos del Siglo XXI | Señal Memoria

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Publicado el Dom, 01/07/2012 - 03:34
Porro en San Pelayo: Retos del Siglo XXI

Por: José Perilla

El Festival Nacional del Porro completa 36 ediciones en 2012 y se circunscribe por tanto en la generación de eventos que durante los años 70, con el creciente éxito del Festival de la Leyenda Vallenata, propendieron por la conservación y el fortalecimiento de tradiciones musicales ante el también creciente efecto mediático de la industria discográfica, la radio y en general la industria del entretenimiento.

Adicionalmente, el festival encontró favorable cuna en contexto generado por la celebración del bicentenario del municipio de San Pelayo, una de las varias fundaciones realizadas por la época y en la misma zona, a cargo del teniente coronel de infantería Antonio de la Torre Miranda. Según lo cuenta el investigador  Egberto Bermúdez, aquel aventurero “recibió de las autoridades españolas de Cartagena el encargo de fundar pueblos con el fin -según sus propias palabras- de recoger gran cantidad de: 'desertores ... polizones ... negros cimarrones y prófugos... indios e indias mezclados con mestizas, negras y mulatas' que 'propagaron una infinidad de castas difíciles de averiguar' y que además 'vivían en el mayor abandono ... dedicados a la embriaguez y a otros vicios propios de la vida libre...”.

Con un dilatado elenco de santos por venerar, De la Torre eligió entonces el nombre de Pelayo, joven mártir español tan desdichado que en la Edad Media cayó en manos de musulmanes y fue abandonado a su suerte por el tío Hermigio, quien en calidad de obispo cristiano prometió al califa Abderramán III el pago de un rescate que nunca llegó. Fue desmembrado con tenazas. En 1923 San Pelayo se declara municipio de Bolívar y con la creación de Córdoba en 1951, pasa a la nueva jurisdicción.

Desde 1972, año de la fiesta bicentenaria, empezó la idea de celebrar el Festival, que vino a concretarse solo hasta el 77. De acuerdo con Jorge Nieves Oviedo, en su análisis a las formas en que se ha mediatizado la música en el Caribe Colombiano, en aquellos años el folclorismo se acunó en la región de manera particular: “se han enunciado algunos de los estereotipos discursivos en torno a lo auténtico, la identidad, la verdadera o legítima tradición, y con esas precarias herramientas se ha impuesto un canon excluyente y discriminador”[1]

Es la misma época de textos flocloristas clásicos como la “Vallenatología” de Consuelo Araújo. Pero a diferencia de los textos, que permanecen estáticos a pesar del cambio de sus autores, los Festivales fueron desde sus inicios agentes mediadores sujetos ellos mismos a las corrientes revueltas de la industria musical y los cambios socioculturales colombianos.

Ya desde los años ochenta, pero con mayor vehemencia en los estertores del siglo XX, se hizo evidente lo inevitable, en al menos dos aspectos: 1- El desarrollo musical romperá por siempre las artificiosas fronteras de una clasificación purista. 2- La cultura debe ser sustentable económicamente y por ende sus expresiones deben ser vistas como producto sujeto a los lineamientos del mercado.

Como respuesta al primer aspecto, la mayoría de festivales abren en sus lineamientos las “modalidades libres”, para acoger de manera políticamente correcta las nuevas expresiones relacionadas con la antigua tradición. El segundo aspecto se relaciona con el surgimiento de Fundaciones y entidades responsables de la gestión de recursos para el sostenimiento de eventos y con mayor fuerza se nota la presencia de la empresa privada, principalmente aquella dedicada al licor, en eventos que hayan demostrado sostenibilidad y acogida popular.

Este último aspecto motiva la presencia de artistas propios de los medios masivos de comunicación. Junto a los conciertos de Iván Villazón y Peter Manjarrés, para esta edición del Festival del Porro se han programado talleres de arreglos musicales y técnica instrumental, además de homenajes a los músicos fallecidos. Entrado el siglo XXI, en un festival que convoca miles de asistentes, con premios cercanos a los 50 millones de pesos y difusión con carácter de noticia, conviven la intención conservacionista y el ímpetu renovador.

Carlos Rubio, director de la Banda María Varilla y miembro de la junta directiva del Festival, expresa con inquietud el hecho paradójico que en la actualidad, como efecto exitoso del canon logrado a partir del Festival,  el público se queje de la interpretación por parte de las nuevas Bandas Pelayeras, pero así mismo declara con convicción que una de las firmes intenciones como músico y gestor, es llegar a los Premios Grammy Latino.

Entrevista Carlos Rubio

 Nieves Oviedo Jorge, “De los sonidos del patio a la música mundo: semiosis nómadas en el Caribe”. Bogotá: Convenio Andrés Bello, Observatorio del Caribe Colombiano. 2008. Pág. 43.

 
Fecha de publicación original Dom, 01/07/2012 - 03:34