Publicado el Lun, 26/06/2023 - 09:16

El Amazonas en la televisión colombiana

Archivo Señal Memoria de RTVC. Diseño gráfico: Karen López para Señal Memoria de RTVC

El Amazonas es un territorio difícil de pensar para la nación colombiana. Es el departamento en el que más vive nuestra parte indígena (que no es pasado, sino presente); es donde está la biodiversidad que nos caracteriza; es donde se concentran ambientalistas y ciudadanos preocupados cuando las hectáreas deforestadas aumentan. Revisamos entonces cómo ha sido retratado el Amazonas en los medios públicos a través de documentos de Colombia al día, El Mundo al Vuelo y Festivaliando. En los tres viven los retos que esta región le presenta a la idea de una nación colombiana integrada.


“Cuando viajé por primera vez en Colombia —las aventuras y desventuras narradas en este libro—, en lugares como el Vaupés, por ejemplo, la sensación de que alguna vez había ocurrido algo notable seguía intacta, pero a la vez era evidente que el mundo de la vida indígena que Schultes había conocido ya no existía y que incluso lo que quedaba de las ricas culturas de la región estaba destinado a desaparecer en el curso de nuestra vida”, escribe Wade Davis en El río, en el que sigue los pasos de su mentor para investigar los secretos del Amazonas.

De sus palabras se pueden trazar distintos ángulos desde los que se ha pensado esta región durante los últimos cien años. Ahí está la intuición de que el Amazonas no es cualquier otro lugar del mundo, que es excepcional. Ahí están el paso del tiempo y los procesos civilizatorios, que son siempre procesos de violencia, que han erosionado las formas de vivir de las sociedades indígenas. Y ahí —en ese libro que fue comparado con El corazón de las tinieblas de Conrad y sus temas de colonialismo, el choque de culturas, el racismo y la violencia; ese libro que inspiró El abrazo de la serpiente, la galardonada película de Ciro Guerra—, si se entrecierran los ojos, ahí también hay preguntas históricas sobre racismo, desarrollo e identidad.

¿Cómo pensar en la Amazonía colombiana, que abarca partes o los departamentos enteros de Amazonas, Caquetá, Cauca, Guainía, Guaviare, Meta, Nariño, Putumayo, Vaupés y Vichada? ¿Acaso a través de su río, uno de los principales del mundo; de su diversidad biológica,  la mayor del mundo? ¿O tal vez a través de su historia, que pasa por las masacres de la fiebre del caucho? ¿Quizás por sus mitos, relacionados con su nombre, que nos recuerda a esas guerreras griegas destacadas por cómo cabalgaban y cómo mataban? ¿O, a lo mejor, debemos fijarnos en sus pueblos indígenas, que son más de cincuenta y sus cosmologías? Podría seguir, pero el punto es resaltar todas las dinámicas históricas, sociales y culturales que atraviesan esta región. “Como cualquier otra región de Colombia”, podría argüir un lector incisivo, y tendría razón. Y aún así, como vamos a ver, ésta sí es única.

Para aproximarnos a esta pregunta, pensemos en cómo ha sido representado el Amazonas en la televisión pública colombiana, en qué se muestra y qué se oculta, y qué nos dice esto sobre cómo se concibe esta región desde Bogotá. 

A finales de los 50, Colombia al día, el noticiero cinematográfico producido por la Dirección Nacional de Información y Prensa (DINAPE), etnografió a los indígenas Tikuna, aunque los presentan como “Tikuma”, lo que constituye un inicio dudoso, como si quisiéramos conocer a alguien, pero no nos molestáramos en aprendernos su nombre. De entrada, esta producción parte el campo en dos: hay un ellos (los indígenas) y un nosotros (los espectadores). Ese “ellos” es descrito como bárbaro, y se indica que han “adoptado la ropa y muchas de nuestras costumbres”; no hay, pues, distintos tipos de ropa, sino que lo nuestro sí es ropa y lo suyo quién sabe qué era. Cuando el programa aborda un ritual tikuna, no parece haber mayor preocupación por comprenderlo en sus términos, primera regla de la etnografía; al contrario, la mirada es lejana, como si tuviera al frente algo incomprensible. Luego, Colombia al día pasa a aplaudir las obras que han transformado a Leticia, capital del Amazonas, para mejorar su fisionomía: son obras que hacen que la ciudad sea más como las nuestras. No hay pregunta alguna sobre distintos modos de vida, solo una escala en la que el válido es con el que nos identificamos.

 

Colombia al día [Etnografía, indios Tikumas]. (ca. 1958). Bogotá: Dirección Nacional de Información y Prensa (DINAPE). Archivo Señal Memoria, F35mm-851065. 

 

Avancemos ahora hasta 1990, sólo un año antes de que la Constitución del 91 nos declarara como un país pluriétnico y multicultural. Ese fue el año en que Héctor Mora viajó, con El Mundo al Vuelo, al Amazonas. Entonces el Amazonas no era un departamento sino una comisaría, que Mora describe como “exótica”, una palabra con mucho peso que, de manera más sutil, vuelve a plantear una suerte de otredad. “El Amazonas es un lugar sagrado”, plantea Mora con solemnidad, que advierte que los indígenas no hablan español. “No solamente para los ecologistas y los amantes de la tranquilidad y la paz, sino para cualquier persona que quiera todavía ver en funcionamiento una naturaleza limpia y pura”. El término “sagrado” es diciente, porque saca entonces a la Amazonía de este mundo y la integra con la divinidad. Y ese término se relaciona con lo que plantea Mora: el Amazonas como un lugar prístino, casi edénico; parece apuntar al mito del buen salvaje, que concibe a los indígenas como humanos en estado natural, que no han sido corrompidos por la sociedad. Esto, aunque no parezca a primera vista, es peligroso porque neutraliza a los indígenas, les quita su complejidad. En general, los aleja de una ciudadanía plena (Mora habla de ellos como nativos) y de ese nosotros nacional. Sin embargo, Mora plantea a Leticia como la capital del sur de Colombia; así integra a la región con el país. 

 

Fecha de publicación original Lun, 26/06/2023 - 09:16